jueves, 10 de diciembre de 2009

POMPEYA




Deslizas el índice por su cuello, y un rizo de su media melena se te enrosca como un zarcillo, jugueteas con él antes de volver a besarla, y te golpea en el pecho la certidumbre de que ya, de que no es la primera vez que,  y cierras los ojos tratando de sonreír, de disimular el miedo, de evadirte de aquel otro abrazo, de aquella imagen recurrente, y te consuelas ya de vuelta contemplando la belleza de  su rostro, el tesoro bajo la marca serena de cada uno de sus gestos, esa expresión familiar, ese poso común que siempre te pierde,  sus pupilas titilando al compás de la música del pub. Decides dejarte llevar, ignorar los viejos fantasmas, ahora que el alcohol parece haber desplegado las solapas del tiempo. El vodka te quema la garganta y evocas el desastre, una lluvia de fuego y ceniza ahogando la ciudad romana, las entrañas de la tierra vomitando el rencor de unos dioses enojados por la efímera felicidad de los humanos, por los gratuitos fogonazos del amor.  Un hombre y una mujer ante  la terrible inminencia de la muerte,  dos extraños en Pompeya refugiándose en un abrazo final mientras la tierra tiembla bajo sus pies descalzos. Y el círculo vuelve a deslizarse bajo los torcidos engranajes de una memoria compartida, se confunde con otras vidas, es una amalgama de recuerdos y ensoñaciones. Una imagen de tu infancia, el póster de Ingrid Bergman arrojado a la basura, y tú y tu madre dejando atrás la casa, por ejemplo. Y ahora conoces de sobra la película, no es más que un dato postmoderno girando a una velocidad vertiginosa entre tus fantasmas, celuloide a punto de arder. Viaggio in Italia, 1954,  Roberto Rossellini filmando una historia paralela a la de su propio matrimonio con la actriz protagonista. El Vesubio pautando la historia. Sobre las ruinas de la catástrofe, siglos más tarde, Rossellini filma el desentierro de dos supuestos amantes, el molde hueco de dos cuerpos abrazados en Pompeya, un calco de la muerte. El director italiano se estremece al reconocer a través del prisma de la cámara la desolación en el rostro de su amada, una pena que atraviesa el personaje, reflejando la crisis real por la que ambos están pasando. Dos cuerpos huecos se abrazan en el fondo de una fosa.

Tu padre te contó antes de morir que llevó a tu madre por primera vez al cine a ver Viaje a Italia, y a la salida le arrancó una promesa, un volverse a ver, tras decirle que tenía la mirada de la rubia. A ella le gustaba más Casablanca, porque aunque era la historia de un amor imposible, no  desprendía la tristeza de aquel otro amor en estado de descomposición, un amor de piel podrida, de yeso rascado con la uña. Y en este preciso instante, mientras rodeas con los brazos a la mujer que tienes delante, sigues el hilo de tu fantasía y te ves de nuevo sonriendo bajo la ceniza, trazando en el aire promesas de amor eterno, rogando a los dioses que la comedia siga, hasta  que el volcán cese su ira.

Robert Llopis, Diciembre 2009 (escrito para el taller del Bremen)



3 comentarios:

  1. Por supuesto, el 'Viaje a Italia' hay que complementarlo con la notable 'Stromboli'.
    Bello texto, Fleish.
    (¡Qué gracioso el pañuelito de Rossellini! Justo le tapa la calva!)

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  2. Buenísimo, Fleisch, me ha encantado. La mejor actriz, la más bella. Y una de las mejores pelis de todos los tiempos:
    http://conde-duque.blogspot.com/2006/11/viaggio-in-italia.html
    Stromboli también es grande, pero menos (para mi gusto)

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  3. Stromboli está muy bien, Sap. Diría que es más tremendista y telúrica, por razones obvias. La desolación de Viaggio in Italia es más subterránea, entre dos personas que han perdido el amor y en Strómboli se sufre más las consecuencias de una decisión errónea, todo está torcido desde el inicio.

    De las dos, me quedo con Viaggio, pero es que tengo debilidad por George Sanders (y por la Bergman también, como el bueno de conde-duque).

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