sábado, 31 de marzo de 2012

MITOLOGÍA PARA CHONIS: EL APOLO Y LA DAFNE

 
Te lo digo yo, que estuve esa noche y además me lo ha contado la Musa, que sabes que se cosca de todo. El Apolo y el Cupido estaban de fiesta en el Space y como iban ya hasta las trancas se partían hasta de su sombra, pero también andaban un poco quemados, porque no acababan de pillar cacho. Empezaban a quedar sólo las feas y aunque el Cupido tenía buen palique y se las camelaba a todas cuando le daba la gana, el que se las cepillaba luego era el Apolo, que está mazao y tiene un Polo tuneao, que de ahí le viene nombre.

El caso es que se metieron los dos en uno de los cagaderos de los aseos, para hacer inventario de lo que les quedaba y rematar la fiesta. Y en esto que a los dos les entraron ganas y se pusieron a mear. Sin mariconadas, claro. Y el Cupido, que pensaba que aunque era feo y gordo al menos tenía buena tranca, se quedó de piedra al ver que su colega no sólo era más alto, cachas y rubio que él, sino que calzaba un rabo enorme, un pedazo de manguera largo y arqueado. El Apolo notó que el otro lo miraba y se puso a mear desde lejos, apoyado en la puerta del aseo, sobradísimo. El otro se chinó y se puso a decirle que por muy larga que la tuviera, era él quien se curraba a las pibas, que sin su palique no eran nada. Pero el Apolo se partía y no paraba de llamarlo enano y cabezón y pichacorta.

Así que cuando salieron a la calle, ya era de día y las lupas negras disimulaban un poco la cara de mala hostia del Cupido, que aprovechó que su colega estaba entretenido dentro del coche, trasteando los subwoofers, para meterle un chorrazo de éxtasis líquido en el botellín de agua. Y cuando vio que se les acercaba la zorra de la Dafne, lo vio todo claro. Ella colaboró, claro, y no hizo ascos a que el Cupido la invitara a medio cuartito, porque la Dafne nunca dice que no, que para eso era la más viciosa de todo Leganés. Ninfómana, que lo que eres es una ninfómana, le decía el Cupido y los dos se partían. Él porque la muy burra no sabía lo que quería decir ninfómana y ella porque ya le estaba haciendo efecto el tripi. Total, que el Apolo salió del coche y al ver a la Dafne se dijo que menos daba una piedra y que al fin y al cabo más valía chocho revenido que pájaro en mano. Además, estaba la mar de salido y le estaban subiendo unos calores que no era normal. Bebió más agua y empezó a convencerse de que la Dafne estaba pasable, que el chándal blanco le hacía el culo demasiado gordo, y que le faltaba algún piño pero que, si no le fallaba la memoria, no la chupaba mal. Pero lo que no sabía el muy pringado es que el Cupido se había encargado de emparanoiar a la Dafne, diciéndole que Apolo tenía una enfermedad muy chunga, que habían ido a mear juntos y que la punta del nabo la tenía llena de costras y de pus, que no se fiara, porque se la quería tirar a ella para pegarle aquella mierda, que llevaba meses sin follar y era peligroso.

El puto caos, porque cuando Apolo se acercó a la Dafne to empalmao, moviendo el paquete a ritmo de David Guetta, la otra abrió mucho los ojos, pegó un grito y echó a correr. Y el Apolo salió to lijao detrás de ella, diciéndole que estaba loca y que esperara, que sólo quería hablar. Hablar, decía, pero se iba sacando la chorra mientras corría, muy fuerte. Y el cabrón del Cupido se partía el culo, revolcándose por el suelo, rojo como un tomate. Y la pobre de la Dafne, que es verdad que siempre había sido una guarra, que yo la conozco desde el insti y ya me la chupaba entonces, tampoco se merecía eso. Porque le dio un chungo y de repente se quedó parada, se quedó vegetal, tío, plantada como un puto árbol en mitad del parking. Y el Apolo se acojonó un poco, le entró la paranoia de que iba a morirse y se echó a llorar. Pero yo creo que lloraba porque en el fondo le daba rabia ver que al final no se la a iba a poder tirar, el muy cabrón, que tuvimos que llamar nosotros al SAMUR. Una movida del copón, como para escribirla.