domingo, 17 de enero de 2010

GRANDES HITOS DE LA NAVEGACIÓN



LA ISLA DE LAS SIRENAS

Precavido por las advertencias de Circe, e impulsado por sus más bajos instintos, Ulises ordena a sus acompañantes que sellen sus oídos con cera derretida, y que le amarren al mástil como sólo a él le gusta, para poder escuchar sin peligro alguno el canto de las sirenas.

Los esforzados guerreros están hartos de los cambios en el programa de lo que se suponía que iba a ser un placentero periplo de saqueo y exterminio para mercenarios prejubilados. Recelosos del sospechoso tintineo metálico en el camarote de Ulises tras el extravío del botín facturado en Troya, aseguran con firmeza a su capitán, y cobran justa venganza, tarareando una y otra vez con voz lastimera, cual crueles Parcas, Viatge a Ítaca, de Lluís Llach. Propinan, entre grandes carcajadas, leves y humillantes tirones a las onduladas canas de la barba de Ulises, acarician su nariz con un arenque,  derriten la cera que iban a utilizar para taponarse los oídos en sus monárquicos pezones y le recuerdan que ganó una guerra tras ser cagado por un caballo de madera.

Una de las sirenas, ajena a todo, picotea  de forma lenta y aburrida la arena de la playa en busca de algún cangrejo, y es devorada en un santiamén por un oso polar que surge de la espesura.

DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA

Cristóbal Colón hinca la rodilla en la arena de una playa de Guanahani, creyendo haber descubierto las Indias, y reza por salir vivo del aprieto en que se halla sumido. Si aquella tierra no confirma las promesas con las que logró enrolar a aquel hatajo de mentecatos, es hombre muerto. Los miembros de la tripulación que le acompañan en el desembarco parecen estudiar todos sus movimientos, se encogen de hombros, y empiezan a rezar en voz baja un avemaría, esforzándose por olvidar las pequeñas rencillas, latigazos, mutilaciones y conatos de canibalismo sufridos durante el largo trayecto desde Palos.

El Almirante sabe que ha llegado el momento de buscar una recompensa que apacigüe los ánimos, de optar por uno de los bandos que se han formado durante el largo paréntesis especulativo que ha supuesto la travesía transoceánica.

El grupo mayoritario no piensa sino en buscar prostíbulo, hembra, macho o animal de sangre caliente con el que desfogarse, hartos de compartir como objeto de alivio las acartonadas medias de la reina Isabel, graciosa prenda caballeresca que debería haber gozado lugar preeminente bajo la enseña de la nave capitana y cuyos potentes efluvios provocaron inmediato motín y exigencia de usufructo al Almirante para usos impropios.

Unos pocos, de afilada nariz y castellano fingido, consideran prioritaria la búsqueda inmediata de oro y piedras preciosas, conocedores de que el preciado metal les proporcionará futuros y más gratificantes placeres. Observan a su alrededor con expresión desconfiada y olfatean desconfiados los guijarros desperdigados por la playa, pues lugar tan llano y con tan abundante vegetación no parece apto para la minería.

Sopla el viento y un coco se desploma desde una palmera cercana. Está a punto de golpear la rodilla del descubridor, que contempla estupefacto el enorme huevo vegetal. Para desconcierto de todos, un hombre desnudo y cetrino, en cuyo cuello centellea un grueso colgante de oro, surge de la selva dando cortos y presurosos pasos, recoge el coco del suelo, da media vuelta sin apenas mirarles, y se dirige de regreso hacia la espesura. Unos contemplan sus nalgas desnudas, otros el dorado collar. Todos sonríen en silencio y Colón suspira aliviado.



BENIDORM

Una mole de carne enrojecida, desnuda, depositada sobre el hueco de una enorme rosquilla de goma de color negro.  Una yema angloparlante que flota sobre la cámara de la rueda de un camión.  Delira, balbucea, observa con curiosidad su barriga hinchada por la cerveza, el dolor premonitorio que anuncia su piel escaldada.  No es consciente del lento empequeñecimiento de los rascacielos, da cabezadas, se ríe sin saber por qué, tal vez porque ha perdido el bañador, y agita de forma juguetona pies y manos mientras se aleja de la playa.

Sobre la parrilla de la arena, una salchicha más, expuesta al sol inclemente. Se hace la dormida y utiliza las gafas de sol para cazar imágenes que usará esa noche bajo el amparo de la luz apagada de la habitación del hotel, bajo el peso opresivo y sudoroso de su marido. Pelo engominado, gafas de diseño, cuerpos de italianos. De repente, los playistas se levantan de sus toallas y miran al horizonte, agitando los brazos.

Algo tapa el sol. Es consciente de ello, incluso en su estado. Las olas parecen haberla tomado con él, pero además… Logra dar la vuelta en redondo, poco a poco, con un torpe chapoteo. La rueda-flotador gira y le coloca de espaldas a la playa, cara a cara con el USS Forrestal. 

Los marines del portaaviones estadounidense gritan enloquecidos desde la cubierta de babor, como si las putas del puerto pudieran escuchar la amenazante lujuria de sus alaridos, y aún y así, como si éstas pudieran entender lo que dicen. Gritan y blasfeman en inglés, ansiosos por llegar a tierra. Nadie escucha los gritos de socorro y posteriores blasfemias, ni es capaz de percibir la fatal y diminuta mancha rojiza que se confunde en la blanca estela del colosal navío de guerra.

Robert Llopis, Enero de 2010

6 comentarios:

  1. Qué cosa más fina y original, Fleish. Estos "Grandes hitos de la navegación" (o cualquiera otros momentos históricos) tienes que seguir cultivándolos y ofreciéndolos, por favor.
    (Ah. Es "Palos de la Frontera". Lo de "Palos de Moguer" es un viejo equívoco que sume a ambas poblaciones en la práctica de la mutua cuchufleta, la puya verbal y acaso, la inquina.)

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  2. ¡Gracias, Sap! Lo he dejado en Palos, para que siga el pique entre los dos pueblos. La verdad es que escribí en su momento los grandes hitos de la Historia del Arte y es una veta humorística por explotar.

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  3. Están muy bien, Róber, muy bien escritos y muy originales. Me han gustado.

    De nuevo, encantado de haberte conocido, de verdad.

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  4. No puedo sino decir lo mismo. Fue genial conocerte, y la lectura de tu relato fue muy emotiva.

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  5. Waw, así da gusto culturizarse oye. Acabo de descubrir tu blog y me está gustando su contenido, mu ingenioso y bien ejcrito.
    Con la venia seguiré por aquí.
    Saludicos

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  6. Bienvenido, Don Mingo, y gracias. La verdad es que tu blog pinta la mar de bien, nunca mejor dicho. Nos leemos.

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