sábado, 31 de octubre de 2009

NO HE ESTADO EN THAILANDIA

Reconocer, a mis treinta y seis años, que nunca he salido de España, ha provocado indefectiblemente entre mis amistades un estado de estupefacción tal, que a duras penas logro entender cómo soportan mi presencia y no me condenan al exilio.

En este planeta encogido por los isillets, los continentes vuelven a ser una Pangea con charquitos de por medio. Y uno ha de soportar, en todo restaurante hindú que se precie, las conversaciones de las mesas colindantes sobre lo maravilloso que es que a uno le hagan un masaje de pies en Bali.

Obstinado en mi cerrilidad, no dejo de lucir boina, no con afán programático, sino como constatación de una realidad que no me avergüenza. Me pierdo la modernidad cosmopolita de Londres, la magnificencia histórica de Roma y, sobre todo, la oportunidad de colgar cientos de fotos en la red social de turno. Jotapegés en los que mi nariz sustente la torre de Pisa, me vea escoltado por dos japonesas con sus deditos en uve enhiestos, o en los que mi rostro acuñe los más bellos paisajes del mundo, justo en la esquina inferior izquierda de la imagen.

No me interesan las piedras. Me interesa el cambio. Y por ahora, me basta con ir a a comer tandori chicken.

4 comentarios:

  1. ¡Vaya! He encontrado un hermano. Me resisto todo lo que puedo a los viajes y lo más que admito es uno cada tres o cuatro años. Solo tengo 4 destinos: Londres, París, Roma y Venecia, que revisito cada 12 o 16 años.

    Lola, al poco de conocerme, me llamaba Tráveler, por ese personaje de Rayulea que hablaba de todo el mundo pero apenas si había salido de su barrio Bonaeerense.

    Si crees que alguna vez voy a votar esa tonta encuesta de reacciones, cuando tengo la oportunidad de dar la brasa en los comentarios, vas listo.

    El palabro de verificación es "amici", no es listo ni ná el enano que está dentro de la máquina.

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  2. !Qué bueno lo de Tráveler! Lo mejor de todo es que uno puede dar el pego, y decir que Roma le deja a uno estupefacto ante la fehaciencia de sus monumentos históricos (blablablá), pero que Florencia tiene un encanto especial (blablablá) y quedarse uno tan pancho(cuando no ha ido a ninguna de las dos ciudades). Es la ventaja de ir parasitando conversaciones.

    Me pasa también con las mujeres. Puede dar la sensación de que las conozco, pero es todo Ciencia-Fricción.

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  3. Me intrigan los motivos, pero me sorprende algo: ¡ni siqueira Portugal!

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  4. Propongo otra vía: la de inventar países y hablar de ellos en las conversaciones en las que la gente habla de sus vacaciones en Bangkok o en Sri Lanka. Pero inventarlos mal, que se note. ¡Pues anda que no están ricos los chuletones a la brasa que te sirven en las costas de Prufragilaflulandia, que fui yo este veranito! ¡Y unas olas, el mar! ¡Más bonitas! ¡Si parecían cojines, rodando por un sofá!

    Y así.

    ¡A las barricadas! (¡O a las barricas!)

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