domingo, 10 de febrero de 2013

Puente

Escrito para el taller Bremen, con la premisa de escribir un relato sólo con diálogos y sin acotaciones.


―Otro cinco. Puente.
―¡Pues ya me estoy empezando a hartar de los puentecitos de los cojones!
―¿Y qué quieres que haga? Si saco un cinco, no puedo hacer otra cosa.
―¿Pero tú crees que tu madre se va a enterar de lo que has sacado? Ya no es que esté sorda, es que le tengo que mover yo las fichas, porque no ve ni los puntitos del dado.
―Tú a la tuya, a meterte con mi madre, que no tienes otra cosa mejor que hacer.
―Pues se me ocurren varias mejores que pasar la tarde del domingo jugando al parchís con una suegra medio muerta y con el pichafloja de mi marido.
―Paqui, no empecemos a faltar al respeto. Las reglas son las reglas y estoy obligado a sacar ficha de casa. A ver si ahora voy a tener yo la culpa de que sólo tengas una ficha en el tablero y que ahora te cierre yo el paso.
―La boca te voy a cerrar yo el día que me largue de casa, a ver si te vas a pensar yo que no tengo pretendientes, que aún me conservo bien, para mi edad.
―Claro que sí, te conservas mejor que el lomo de orza, perdona… que el lomo de lorza. Segurao que más de uno te iba a comer mojando pan.
―Mira, no digas más tonterías y dale el dado a tu madre. Pero por Dios, si se ha vuelto a dormir. ¡Maruja, despierte, que le toca!
―¡Ay, hija, estaba soñando con un novio que se me murió en la Batalla del Ebro!
―Usted ha tenido muchos novios y un hijo tonto. No se puede tener suerte en todo. Ea, tenga.
―Pero mamá, ¿qué haces? ¡Que no es un terrón de azúcar!
―Déjala, a ver si se atraganta y nos deja descansar en paz.
―Paqui, haz el favor de no faltarle al respeto a mi madre. Mamá, sácate el dado de la boca, déjame ver, abre. ¡Pero bueno!, ¿pues no se lo ha tragado?
―Capaz será, pero no te preocupes, que mientras no saque un cinco en el buche, no le hará tapón.
―Muy graciosa, pero ahora díme qué hacemos.
―Era un chico muy guapo, me dijeron que había muerto en el frente, pero luego me enteré de que le había caído un saco de arena en el cogote mientras montaban una trinchera y que se desnucó como si fuera un conejo. Con lo que me gustaba a mí el arroz caldoso con conejo y ahora no tengo buenos dientes para repelar la cabeza.
―¿Se puede?
―Mujer, Zuleida, ¡qué susto me has dado! Entra, entra, que a mi suegra se le ha ido la cabeza y es mejor que ver la novela de la tele.
―Ya será menos, si está fresca como una rosa… precisamente le traía a doña Maruja un encargo que me pidió.
―Muchas gracias, Zuleida, no sé que haríamos con mi madre si no fuera por ti. Si te apetece jugar un rato, a medio euro la partida.
―Gracias, Antonio, pero tengo el cocido en el fuego y me da miedo descuidarlo.
―Haces bien, el otro día salió en la tele que a una gitana le explotó la olla exprés y la encontraron con la cabeza abierta y llena de garbanzos. Y supongo que en el Caribe no estaréis acostumbrados a esos avances
―Pero qué bruta eres, cariño. ¿A qué viene asustar con esas historias a la pobre Zuleida? Quédate aunque sea un rato, que estas ollas modernas.
―¡Zule! No te había visto. Me has traído lo que te pedí?
―Sí, señora Maruja, no se preocupe que luego se lo doy.
―Anda, mira cómo resucita cuando le interesa. ¿Y a qué viene tanto misterio? Suegra, ¿se puede saber qué le has pedido que compre?
―Una cosa sin importancia, como un relicario. ¿Podemos seguir jugando, ¿hijo?
―Bueno, con el permiso de ustedes, yo me retiro. Aquí le dejo esto, doña Maruja…
―Gracias, cariño, le daré buen uso. ¿Está dentro de la cajita, verdad?
―Sí, tal y como me pidió. Que pasen una buena tarde, mañana vengo a repasar los baños.
***
―Oye, ¿seguro que a tu madre le has puesto descafeinado? Parece otra, mira cómo saca la lengua mientras mueve la ficha
―Mira que te tengo dicho que no me gusta que hables de ella como si no estuviera delante. Déjala jugar en paz.
―Y con este cuatro, te como la tercera ficha, y me cuento veinte, nuera. Yo de ti iría con cuidado, porque estoy en racha.
―Si es que parece otra. Ayer pensaba que íbamos a tener que sacar el testamento. Y hoy, ya ves. A mí me escama esa mucama, no me extrañaría que el diera buchitos de ron a escondidas, o vete a saber qué hierbas exóticas.
―Claro que sí, Paqui. Ahora resulta que Zuleida será una narcotraficante.
―Una bruja es lo que es, que me ha dicho la portera que todos los días preguntan por ella gente de su país, que se llena el portal de negritos y que un día uno de ellos llevaba hasta un gallo metido en un cesto.
―Serán familiares, mujer, a ver si no va a tener derecho a que la visiten. Bastante favor nos hace cobrándonos cuatro duros por limpiar la casa y entretener a mamá. ¿Verdad, que sí?
―A mi Zuleida no me la toquéis, que sabe lo que sufro en esta casa.
― Claro que sufre usted, porque ya no sabe cómo hacernos la vida imposible ¿Pero se puede saber qué tiene metido en el bolsillo de la bata que no saca la mano de dentro? Antonio, que yo creo que esta mujer nos toma el pelo.
―Mamá, venga, que te vuelve a tocar.
―¿Y ahora qué murmura? No entiendo lo que dice. Ya está, la embolia, le ha dado una embolia.
Muñumuñumuñumuñu... Un tres. Si saco un tres te como la última ficha…Todas las fichas reunidas en la casa de los muertos. ¡Tres!
― ¡No es justo, esta mujer va en mi contra, mírala como se ríe, será posi…
Muñumuñumuñumuñu.
― Paqui, ¿te ocurre algo? Estás blanca como la pared. ¡Paqui, que te caes!
― ¡Mamá, por favor, deja de reírte así, que me estás asustando! ¡Y deja ya de darle al cubilete!
― Que le dé recuerdos al soldadito desnucado, hijo. Yo cuento veinte y sigo jugando.

1 comentario:

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