miércoles, 15 de febrero de 2012

PROFILAXIS


―Es como aquella mítica campaña prelunch de la ONCE, la de El Cuponazo y la cola interminable de fichas de dominó humanas. Claro, es normal que no la recuerdes, porque tú serías una cría entonces. No, mejor no me digas la edad, porque soy capaz de arrepentirme de estar hablando contigo. Pues hazte a la idea que fue la tomadura de pelo más exitosa de la historia de la televisión española, una enorme serpiente… que digo, un churro inmenso que  atravesaba el paisaje urbano y las débiles defensas de la cultura audiovisual de los consumidores ochenteros. Un churro que le salió a los cieguitos por un pico y que forró de billetes y de coca a los creativos de la agencia, que en realidad se habían limitado a copiar la estrategia de la televisión americana. No es que ahora sea distinto. Se copia igual, pero ahora la venta de formatos e ideas está más regulada. Por aquel entonces, cualquier tarado con un morro más grande que su antena parabólica podría dárselas de genio. Espera, que te pido otra copa.


Ella le observa alejarse hacia la barra y aprovecha que ya no puede verla para resoplar a gusto. Necesita estar mucho más borracha para aguantar aquello. Apura de un trago la ginebra aguada del fondo de la copa y un cubito choca con la punta de su nariz. El hielo le transmite la misma sensación que la charla del publicista, pero esboza la mejor de sus sonrisas cuando éste vuelve a la mesa, con dos copas en la mano.

―Ahora todo el mundo se hace el entendido con los gintónics, van a pubs especializados para pagar casi el doble por una copa, porque el último recurso de los ignorantes es compartir una moda . Y la creación de modas es necesaria para mover el mercado, así que todos contentos. Dentro de poco será el vodka, pero de momento todo el mundo se deja tomar el pelo por unos granos de pimienta y unas rodajas de pepino. Yo vengo todos los días a este bar y saben que no me pueden tomar el pelo. Larios y Schweppes, bien cargaditos. No hay nada mejor que reinventar la sofisticación. Yo siempre he sido de Schweppes y no por casualidad. Fui yo quien descubrió a Bernard le Coq, el actor francés de los anuncios de tónica de los ochenta. Tenía una fisonomía gris que daba mucho resultado, un aspecto de oficinista medio, pero simpático e inteligente, algo pillo. En realidad, era un cabronazo que traía loco a la compañía, porque dependieron durante demasiados años de su imagen y el puto gabacho se creía con derecho a ejercer el derecho de pernada con todas las becarias. Si por aquel entonces te hubieras cruzado en su camino.

La chica no disimula el gesto de desagrado cuando bebe el primer sorbo de la copa. Está cargadísima y le da la sensación de estar siendo desinfectada, para que su estómago pueda digerir la conversación. Hace poco que ha entrado a trabajar en la agencia, pero las fantasías que tenía sobre el glamour del mundillo publicitario se están desvaneciendo. No puede apartar la mirada de la barriga del hombre. Le falta un botón de la camisa y de vez en cuando asoma, como un ojo de sepia, su ombligo, ribeteado por una pelusa. Se abotona el escote de la blusa, fingiendo que hace frío, en un gesto instintivo de defensa.

―Pero ahora las becarias no tenéis por qué tener miedo. Sólo os queremos explotar laboralmente, hay demasiado miedo a las denuncias de acoso. Así que puedes hacerte a la idea de que, si no estuviera yo, te exprimirían hasta echarte a la calle. Siempre ocurre así. Es una pirámide predadora, en la que unos se apropian las ideas de otros. Los que estáis en la base sólo podéis aspirar a hacer menos horas por la patilla, como decís ahora. Tienes suerte de que haya visto en ti a alguien con un talento en bruto. La idea que tuviste con lo de los condones era cojonuda. Cojonuda, ¿ves? Si es que no puedo evitar ser ingenioso. Claro que luego la tuvimos que modificar bastante para adaptarla al cliente, pero ya te acostumbrarás a esas cosas. Al principio pica, pero Manu dejó muy claro que no quería nada ofensivo, ningún anuncio que escandalizara a nadie. Ya sabes que el grupo está en manos de la carcoma. Deben haber acabado con todos los bancos de iglesia y ahora buscan otros comederos. Pero lo que venía diciendo. Que tu idea me pareció muy buena, la jovencita dejando el condón a sus padres, porque quiere seguir siendo la reina de la casa. Pero quise protegerte de las críticas de los jefes, por eso se la envié yo mismo, sin meterte de por medio. ¿No vas a beber más? Pues pensé… esta chica sí que vale. Los tiene bien puestos. De nada, chata. Claro, te espero.

Elena entró en el baño, buscó tres monedas en el monedero, sacó el cuaderno del bolso y salió del bar con disimulo.  El camarero, que conocía al publicista de toda la vida, no reprimió la risa al pasarle el platillo, con una caja de preservativos y una escueta nota que decía “Para la próxima tonta a la que des por culo”.




2 comentarios:

  1. Redondo. :)

    No sé por qué, pero estoy seguro de que, al leer esa nota, al publicita le vino a la cabeza aquello de "Cucal... las mata bien muertas".

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