jueves, 16 de junio de 2011

FEEDBACK


1 El editor (tú)

Tú lo que tienes que hacer, Martín, es follar de vez en cuando, ya está bien de escribir novelas sobre gente solitaria que acaba peor que empieza, o rollos generacionales que aburren a las marmotas. Ha llegado la hora de romper con toda tu producción anterior. Te lo digo como amigo, más que como editor.  Amigo, a pesar de la pasta que me debes, tenlo en cuenta. Es hora de que afrontes la necesidad que tiene todo autor de romper con su background y encontrarse a si mismo, porque tu bagaje es demasiado amplio y lleno de referentes. No desdeño la base que proporciona una formación sólida y queda de fuera duda que todo gran escritor necesariamente tiene que ser un buen lector. Tú eres ambas cosas. Pero para escribir, aparte de leer, hay que vivir. Te has ganado el respeto entre la crítica, y eso bien sabes que ha costado tiempo y esfuerzos. Pero ahora es cuando tienes que ganarte al gran público. No sé, se me ocurre que podrías hacer un viajecito a México, estoy convencido de que es un país que te encantaría. No, no me mires con esa cara, ya sé que odias viajar. Pero  hay que romper moldes, Martín. En tiempos de crisis, la gente espera un cambio, una evolución, abrir la mente para escapar a la realidad. Allá en el DF tengo buenos contactos, un editor amigo mío, un viejo cascarrabias que llevaba a Rulfo, nada menos. Te podría llevar al pueblo que inspiró Pedro Páramo, pasar una temporada, nuevos aires, nuevas ideas. Abrir la mente. ¿Has probado el mezcal?


2 El Escritor (yo)

Yo, Martín Tusets, el novelista más aclamado por la crítica especializada, marco ahora traza y distinción sobre el dosel de la literatura. Anuncio mi paso a una gloria que los burdos considerarán grotesca. Quien no lea estas palabras, no merecerá vivir; quien las lea, no tolerará una vida sin cambios.  Allá donde otros no han visto más que humo, yo he logrado acceder a la cara oscura del laurel. He visto a la Serpiente Alada sobrevolar los altos muros de la ignorancia. Por encima de la ágil precisión de los hexámetros de Ovidio, de la zarza estilística del dublinés que acabó cegado por su propia locura, o del ciego argentino condenado por encerrar el universo en su propio ombligo, os traigo la palabra pura, aquella que intuís entre sueños, justo al margen de la razón y de la muerte.

Esto no es un simple prólogo, es la antesala a una nueva concepción de la literatura. Las palabras que hallaréis más allá no responden al dictado de ninguna norma, ni se ajustan al corsé de ningún género literario. Algunos querrán limitarme bajo un concepto errado, intuirán que lo que escribo es una variante innovadora de poesía, pero mi afán no es ni transgresor, ni continuista. Obedece al dictado de la voz hallada, aquella que he estado persiguiendo como un gato a la caza de su propia cola. He superado el dolor del hallazgo, la consumación del arte. Y os entrego mi vida, con la que será la última obra de la historia del arte de escribir.


3 El público (ellos)

De repente, el nombre de Tusets empezó a sonar en los medios. Un escritor loco que se había arrojado al estanque del Templo de Debod, con el mérito de lograr ahogarse en menos de treinta centímetros de profundidad. El morbo les llevó a leer su obra y muchos encontraron en ella un atajo a la locura. Empezaron a quemar las librerías por mera diversión, como un pequeño homenaje a la magna y aberrante obra de Martín Tusets, la misma que les había cambiado la vida y la muerte. Destrozaban las viejas estatuas malinterpretando órdenes ocultas en símbolos de papel de estraza, falsos códigos que algunos trataban de captar en las torcidas palabras de aquel texto infecto. Al final, acabaron asumiendo que no había sentido alguno en aquella Biblia invertida, canon abstruso de cualquier estética o voluntad programática. Les arrastró la ira, la rabia al entender que habían estado perdiendo el tiempo, que toda la literatura universal no había sido más que un fuego de artificio pintado en una acuarela, mera presunción humana, miedo al olvido. Ahora sabían qué gritaban todos en sueños, cómo aullaban los colores. Y todo, al ser explicado, perdió sentido. Muchos se esforzaron por olvidar todo lo leído, pero era inútil, así que iniciaron complicados ritos en los que ejercitaban la amnesia. Se golpeaban hasta la muerte, abandonaban a los niños en los bosques. Con el paso de los años, no quedó más que un ejemplar chamuscado de la obra de Tusets. Nadie sobre la faz de la tierra era ya capaz de leerlo. Un disidente trató de invocar al fantasma de Borges. Éste se hizo el tonto, bajo su tumba.

Robert Llopis, 2011

4 comentarios:

  1. Tiene un toque amargo o será influencia de La Tourné de Dios (que me acabo de repasar tras años sin leerla). Me ha encantado cómo acabas, las dos últiams frases son memorables. Sí, me ha gustado, tanto que mañana cuando esté más despierta y despejada lo vuelvo a leer menos en diagonal y le saco más jugo. Y sí, me ha gustado :) (mode plasta +on)

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  2. Por fagot, te ruego que cuando alguno de mis textos no te guste, me lo hagas saber, o me lo acabaré creyendo. Beset.

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  3. Solo apto para aquellas mentes con tendencia a que la literatura sea instrumento de alivio y trastorno, y que aún a sabiendas de ello, abrirán siempre heridas a cualquier via de infección imaginativa.

    Vale, ahora le doy a Publicar y me quedo tan pancho.

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  4. ¡Te ha quedado de lo más pintiparado, Diablo!

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