jueves, 18 de febrero de 2010

A FALTA DE CORRESPONDENCIA

Amada mía

En primer lugar, debo disculparme por la demora imperdonable en la que he incurrido a la hora de dar adecuada respuesta a vuestra misiva. He perdido destreza con la escritura manuscrita, pero confío en que el esfuerzo requerido para tan desusada costumbre será gratificado con vuestro anhelado beneplácito, el más apto alimento para mi esperanza.


Con esta mi primera carta, no pretendo sino dar adecuado cierre a los pensamientos lúgubres que se habían apoderado de mi espíritu tras ciertos avatares legales que ahora no vienen al caso y a la vez cortar con el delgado filo del papel perfumado que sustenta estas palabras la cinta inaugural de mi batalla diaria contra los inabordables capiteles que impone vuestra distancia a mi desdicha…


― To buenos los bomberos, tía, me tienes que mandar más powerpoints de esos, me alegraste el día.

― Pues tengo mazo que me envía la Chuchi, ya sabes que está to loca. ¿Te pasaba alguna movida ayer, o qué?

― Nada, tía, que metí la pata hasta el fondo la semana pasada. Si es que a veces parezco pava.

― No me digas que te has vuelto a liar con el Charly. Me da palo montarle un pitote otra vez, pa lo poco que vale.

― No tía, que ya no te pone los cuernos, además te hubiera enviado un eseemeese, que una es legal, y lo primero es la amistad. Lo que pasa es que me ha llegado una carta muy chunga.

― Mira que te lo dije, tía que más te valía pedirle pasta al Sebas para lo de las tetas. Que aunque se lo cobra a su manera, al menos no les llegan cartas del banco a tus viejos.

― Que no, que era una carta escrita a mano. Una carta escrita, tía, muy fuerte. Joder, si hasta mi abuelo usa el Word, que le he visto en casa de mi viejo disimulando que busca fotos de Franco, con las putas páginas de gordas en pelotas minimizadas.

― ¿Pelotas minimizadas?

― Calla loca. Que no, que era una carta escrita a boli, tía. Así como en raro, con palabras en francés lo menos, no entendí una mierda.

…el simple hecho de veros disfrutar de aquel helado de pistacho, ajena a las miradas envidiosas y maleducadas de los clientes de la veraniega terraza en la que me deleité observándoos,, me elevó a los profanos altares del deseo, y el tiempo se detuvo en el goloso ápice de vuestra lengua caprichosa, que jugueteaba con el frío, y no hacía sino enardecer en paradójica correspondencia, el fuego de mi pecho. Aún conservo en la mesita de noche la delicada sombrilla que coronaba el dulce refrigerio que os endulzaba aún más ante mis ojos, trofeo que sustraje en un descuido del camarero, justo después de que abandonarais el establecimiento.

― Pero bueno, de algo sí que me cosqué. Porque decía no sé qué de un helado de pistacho, y eso me acojonó, porque el puto zumbado que me haya escrito eso sabe que me gusta el helado de pistacho, pero no puede ser ninguno de la peña, tía, porque estaba escrito de puta madre, quiero decir, que era una letra como así, de lado, elegante y tal, flas, flas, pero no de pintor de graffittis, eran letras tope rancias. Pero me cago en la elegancia, su puta madre, como me entere de que es una broma me cargo al hijoputa que se quiere reír de mi.

Como así conservo, entre mis prendas más íntimas, entre las apremiantes fechas de los útiles profilácticos, y algunos sueños envueltos en pañuelos de papel amarillento, esa carta con ribetes rojos que os vi depositar en el buzón de mi casa, cándida y laboriosa colegiala, sostenida grácilmente sobre la roma punta de vuestro calzado deportivo, estirando vuestras blancas piernas hasta alcanzar la taciturna hendidura horizontal del metálico receptáculo postal que abrí nada más abandonasteis la fría entrada de mi morada, dejándome absorto entre la oscuridad que me había ocultado, con una luz renovada latiendo en mi interior.

― Podría ser el encargado de mi curro, ese pringado que se cree jefe, con sus aires de empollón venido a menos, y que debe mojar menos que una monja en la Goa, aunque no creo que tenga cojones de jugarse el puesto, porque no va a hacer nada mejor en su puta vida. Joder a la gente y hacernos repartir la puta propaganda de la puta pizzería. Pero el caso es que ahora me acuerdo de que me dio la sensación de que un viejo zumbado me siguió toda la tarde… ¡Pero qué asco!

― Tía, no te alteres, que aún nos queda medio pollo de farlopa.

Y fue la luz de una nueva realidad la que me acogió nada más salir a la calle, fueron vuestros pasos los que marcaban los esperados indicios, fueron las mágicas palabras de la carta que entregasteis en mi buzón la senda de un viaje iniciático que espero me lleve algún día hasta vuestros brazos, y que me imbuyó de la fuerza suficiente como para seguiros con tímido sigilo, e inquirir la dirección de vuestra morada. Esa frase o insinuación encubierta, camuflada en el folleto comercial de la pizzería del barrio quedará marcada para siempre en mi corazón: 2x1, tu cena de San Valentín en pareja a mitad de precio.


Escrito para el  TALLER DEL BREMEN, con el tema una carta

8 comentarios:

  1. Ah, soy Marian (piking... si)

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  2. Marian, me alegra verte por el blog. Un abrazo Teletubbie telegrafiado hasta Alicante ;)

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  3. Además, alimenticio, aunque sea comida basura que lleve a un amor basura. Al fin y al cabo, cobramos un sueldo basura.

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  4. Abuela, ¡si es que estoy de un romántico subido!

    NáN, lo que no saben es que la basura nos hace fuertes, seremos como las cucarachas postapocalípticas.

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  5. y no enfrentaremos a los pterodáctilos con versos de Auden. Sí, ¡Sí! Me gusta.

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  6. Maravilloso, Fleish. Y un poco triste al constatar la definitiva extinción de los cultivadores de la hipérbole y la carta manuscrita. Pero no se hizo la miel para la boca del asno ni para el coño de esas niñatas.
    :-)

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