miércoles, 13 de enero de 2010

PABABAS, PABABAS...

Uno sube los escalones con cierto apremio, a pesar de la lluvia que le espera, embozado en ese aroma ligeramente pútrido del metro, un olor que no resulta del todo desagradable debido al acomodamiento diario, pero que no puede evitar asociar con pelusas arrinconadas en los escalones,  flatulencias que vagan fantasmagóricas en busca de un culpable,  barandillas y asientos de tacto pegajoso, periódicos vejados por mil manos que pagan su gratuidad  y se reconoce empujando el gozne endurecido de la puerta  plenamente ensimismado, imaginando una enorme axila, la monstruosa compilación de todos los sobacos de los viajeros, un monstruo quimérico, hirsuto, que arrastra su fetidez por los túneles.

Y sin saber cómo, pocos escalones más allá, stairway to heaven,  la luz entra a su vida en forma de melodía dabadaba, le viene a la cabeza la banda sonora de Sor Citroën, y distingue a dos chinas saleseras apostadas a contraluz, como cancerberas comerciales que dan acceso al barrio de los mayoristas. Apostadas justo a la salida de la boca del metro, pronuncian unas palabras mágicas, un amable balbuceo cuya estructura fonética no se acaba de  distinguir, pero que entiende cuando echa un vistazo al racimo de objetos desplegables que balancean entre sus manos.

- Pababas, pababas...

Y uno agacha la cabeza y sonríe bajo la bufanda,  tarareando la palabra cazada con el sonsonete de la película de Gracita Morales, y no le importa no tener un pababas  que le proteja de la lluvia, porque al fin y al cabo, bien vale la pena un día gris, si acaba uno riendo como un tonto por la calle.

8 comentarios:

  1. los vendedores chinos nos reenseñan a hablar como niños. La próxima vez, para evitar al Godzilla (¿se escribe así?) de los pedos, coge el pabú.

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  2. ¡¡Entre las salesas y los pababas, estamos deconstruyendo el idioma!!

    Me he reído. Y eso ya es mucho, colega.

    Abrazo,
    X.

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  3. Habéis dado en el clavo ambos: son los balbuceos de una nueva era, forjada a base de exiliar fonemas. Es un punto cero, un camino que nace torcido. A la mierda las etimologías y la gramática histórica.

    Cuando asuman por completo el poder, seré condenado a la lapidación con latas de salesa y pababas.

    Un abrazo a los dos.

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  4. Que te tiren primero las latas. Si no, podrías usar los pababas para montar una balicada y defenderte.

    Y ya veréis como cuando se acabará el mundo no será cuando el chino mandarín y el bable se junten (que probablemente lo único que pase sea que salga otra edición del vasco);se acabará cuando vengan los mexicanos, y tratemos de hablar como ellos.

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  5. Cuanto vocabulario se aprende contigo: pababas, salesa, persimon...eres una caja de sorpresas y palabras, querido Fleischmann.

    Ganas de verte ya, y de felicitarte el año y de esa foto pendiente ;)

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  6. Jajaja, qué cosas se te ocurren... Hoy tengo un montón de bolitas en el jersey y me recuerdana ti :)

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  7. Y la introducción del lenguaje, como todo en el mundo chinesco, está ocurriendo de manera sibilina, taimada, insondable, como la propia mirada de los hijos del Celeste Imperio.
    Hace unos meses, en uno de estos bares regentados por orientales que aúnan en el mostrador la tortilla de patatas con el chopsuey, nos obsequiaron con unas galletitas de la suerte ('Fortune cookies' como la comedia de Lemmon/Matthau)... y en el papelito que contenían, no sólo podían leerse incomprensibles venturas sino pequeñas lecciones de chino mandarín.
    Mi galletita enseñaba que 'gracias' se dice 'xie xie'... ¿qué lodos traerán estos polvos, con perdón?

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  8. Creo que voy a tener que orientar seriamente el blog hacia la filología chinorri. Al menos, crearé una etiqueta llamada "mundo salesa".

    Me preocupa vuestro interés, de verdad. No os quiero arrastrar a la demencia, pero si fundamos un nuevo idioma surgido de las galletas de la fortuna y los vendedores callejeros, si las bolitas de un jersey provocan extrañas asociaciones, y si se me queda una sonrisa tonta leyendo vuestros comentarios, creo que vale la pena seguir con el embudo en la cabeza.

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