―Pepe, no seas pesado, que me duele mucho.
―Eso es porque no estás respirando bien. Concéntrate en el diafragma, piensa que es una cama elástica que se tensa cuando llenas los pulmones.
―Clara, no me seas tiquismiquis y haz el favor de no decir tonterías, si me cortaste las uñas el mes pasado. Trata ahora de apoyar el vértice izquierdo de tu pelvis sobre mi lumbar.
― ¿El vértice de mi pelvis? Y yo sin saber que tenía eso.
―Me harás reír y al final perderemos el equilibrio. Estoy tratando de condensar la gravedad en mis ingles, para que la sangre se agolpe justo ahí donde necesitamos.
―¿Y para eso tengo que estar como la niña del Exorcista? Yo sé de una manera más sencilla, me la enseñó una amiga del club de lectura.
―Ya me imagino quién puede ser, creo que oposita para estar en otro tipo de clubs.
―Cariño, haré como que no he oído ese comentario. Parece mentira, en un hombre que propugna el culto al cuerpo como tú, que te escandalices de según qué cosas.
―Sólo me escandalizo de tu falta de flexibilidad, que pareces una columna dórica.
―Sí, la columna a la que me ha atado un torturador. Maldita la hora en la que tuviste la ocurrencia de practicar esto.
―¿Preferirías estar casada con un enclenque que no se cuidara? Anda, acerca el ombligo a tu espina dorsal.
―Bonita manera de decir que meta barriga.
―Así, muy bien, tú puedes. No te preocupes por el sudor, es señal de que lo estás haciendo como toca. Ahora suelta aire poco a poco, como si tuvieras un plumero a un palmo de tu cara y trataras de respirar sin que se moviera.
―El plumero es lo que se te empieza a ver a ti. Que te digo que no.
―Ya casi lo has conseguido querida, mantén la pelvis neutra, mientras conectas con el centro.
―¿Pero tú me estás escuchando? Con el único centro que voy a conectar es con el de salud, como sigas insistiendo. Si ya sabía yo que esto del Pilates era un rollo macabeo de los tuyos.
―¡Shhh…! Suelta vértebras mientras trato yo de cerrar las escápulas en V.
―No sé qué serán las escápulas, pero cerrar, te voy a cerrar la boca de un guantazo como no me hagas caso. Que no, Pepe, ¿es que no ves que tú tampoco puedes?
―Aparta el codo y déjame que pase la página del libro. Pues no.
―¿Y no será que el Pilates no sirve para lo que te dijo tu hermano? Mira que es un guasón y su mujer una flacucha que no le veo yo pinta de que pueda…
―Espera, que creo que ahora, si soy capaz de activar el núcleo de la línea D puede que…
―¡Ay! ¡Joder, Pepe, vete a la mierda ya tú, tu hermano, el Pilates y tu puta manía de metérmela por el culo!
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