—Me gusta apostar por la sinceridad. Podríamos seguir hablando toda la tarde y que fueran cayendo las cañas hasta que nos cayéramos bien, forzar el conocimiento apresurado que implica este tipo de citas. Prefiero evitar las preguntas habituales, la gente las usa como si verse cara a cara no fuera más que una extensión de la aplicación y siguiéramos escaneando el atractivo del otro. Ya sabes, hemos hecho match, chateamos un par de días y quedamos. Pero quedar en persona siempre es violento, a no ser que se tengan las cosas muy claras. Estoy hablando demasiado, lo sé.
Ella ha perdido hace rato el hilo de la disertación de él. No está acostumbrada a la cerveza y el calor y los nervios han hecho que se la tomara demasiado rápido. Algo mareada, se recrea en un lunar que tiene el chico justo en el codo derecho, un pequeño pero visible refugio de la imperfección. Porque, por mucho que pensara que las fotos del perfil de él estuvieran retocadas, incluso que pudieran ser falsas, la realidad es mucho mejor de lo que se esperaba. Es perfecto, es perfecto, se imagina que corean sus amigas, las mismas que la empujaron a usar la aplicación en una tarde de aburrimiento y confesiones. Ella divaga, ella es una romántica empedernida fuera de lugar que tiene ante si a un chico más joven que ella, alto, atlético, con una sonrisa encantadora que va a juego con unos ojos verdes y traviesos, un rostro de rasgos felinos y una piel bronceada.
— ¿Cómo? No, no te preocupes. Tienes una voz muy agradable y me gusta escuchar.
Después de haberse convencido de tener una aventura frívola con la que oxigenarse y olvidar los problemas con su ex, ella se ha encontrado con la agradable sorpresa de un encuentro con alguien que no solo es muy atractivo, sino que es capaz de desarrollar un discurso irónico sobre la situación.
—No quiero sonar presuntuoso, pero lo que para otros es un reto en este tipo de citas, para mí es algo rutinario. No necesito usar aplicaciones para acostarme con alguien. No me malinterpretes, eres una chica muy atractiva y no soy tonto. Lo que quiero decir es que el sexo casual no es difícil de encontrar, si uno se lo propone.
Claro, será en tu caso, que eres un cerebrito parlanchín con cuerpo de gimnasta. Yo siempre he sido una mojigata que idealizaba a la persona equivocada.
Piensa ella, pero dice:
—Claro, llega a cansar.
—Exacto, para mí es más excitante tratar de encontrar a gente que valga la pena en este tipo de citas. Supone todo un desafío revertir la situación y pasar de la frivolidad a un conocimiento más profundo. Es como encontrar la famosa aguja en el pajar.
Me la quiere dar con queso, se le ha visto el plumero al utilizar el topicazo de la aguja. Trata de ponerme delante un espejo con letras de neón en el marco: ERES EXCEPCIONAL. Voy a soltarle una.
—Bueno, las agujas suelen pincharte cuando se encuentran si rebuscas entre la paja.
Él esboza una sonrisa perfecta y a ella le tiemblan las rodillas. Es invencible.
—Obviaré el chiste fácil y grosero. No quería caer en los tópicos, acabamos de conocernos y parece que esté desplegando sobre la mesa un plano con mi particular cartografía sentimental. Hay picos y valles, pero lo importante es conocer el territorio.
Qué cabrón, qué bien habla. O tiene el guión muy bien aprendido, o es una joyita. Que no se te escape, no seas boba y pide otras dos cervezas, que vea que tienes interés.
—¿Otra ronda? Ya la hora que es, podríamos pedir un par de raciones para medio cenar.
Por supuesto, él acepta y parece relajarse. Durante los próximos minutos, deja que ella maneje la conversación y le hable de su trabajo, de los viajes que ha hecho, las series que ve y todo el habitual repertorio de la insustancialidad. Pasan al vino y rematan el postre con un licor de hierbas barato, que les rasca las gargantas y les afloja la lengua ya del todo.
—Pues yo no he viajado fuera de España —afirma él.
—¿Y eso? Mira que al final sí que voy a pensar que eres un bicho raro. Si hoy en día viajar es lo más sencillo del mundo. Y por favor, no me sueltes el tópico rancio de que con la de cosas que hay que ver en España, no hace falta ir al extranjero.
—Te voy pillando el punto cañero, me gustas. No, no se trata de eso. Vivimos en la era de los vuelos baratos y no acaba de gustarme la idea.
¿Ecologista? ¿Miedo a volar? ¿Simplemente paleto? No puedo evitar seguir tirando del hilo. Lo importante, ha dicho “me gustas”. Se le ha escapado. Joder, creo que me estoy enamorando. ¿Ya estamos? Que no se te note.
—Bueno, la verdad es que tanto turisteo da asco y no, no voy a ser ahora yo la rancia que diga aquello tan manido de que yo no hago turismo, sino que viajo. Oye, cada cual tiene sus manías, si no te gusta volar…
—No es eso, es que los aviones precisamente son una de las pruebas de que nos engañan.
—¿Nos engañan?
—Sí, claro. Lo que te voy a decir te sorprenderá, pero no creo que vayas a salir disparada con lo que te voy a decir. Como te dije antes, prefiero ser sincero y creo que vales la pena.
Las mariposas, las jodidas mariposas en el estómago. Pero qué misterioso, a ver por dónde sale. Con lo seguro y un poco pedante que parecía al principio y ahora parece desarmado. Me gusta verle así. Le besaría ahora mismo. Espera, cuando salgamos a la calle, que siga hablando. Un sorbito a la copa para que se anime él a seguir, que vea que estás relajada.
—Gracias, tú también. Si no quieres, no hay necesidad de que me lo cuentes.
—Bueno, es que es una teoría que no es muy popular, la gente suele burlarse y somos pocos los que la defendemos, pero es una muestra más de lo gregaria que es la gente. Confío en que no saldrás corriendo, no eres una más.
Que lo suelte ya. Lo tengo en el bote, menudo pedazo de tío. Y ahora se muestra vulnerable, es ideal. Contigo hasta el fin del mundo, chato.
—Seguro que no huyo despavorida, no te preocupes. Venga, no será para tanto.
—Bueno, el caso es que, si lo piensas bien. ¿No te llama la atención que, teniendo en cuenta el movimiento de rotación de la Tierra, si un avión se quedara parado en el aire, llegaría a su destino sin necesidad de moverse?
No digas nada, sigue sonriendo, las cejas quietas, muérdete la lengua si es necesario, no la cagues ahora.
—Pues la verdad, no me lo había planteado nunca.
—Es de cajón, ¿verdad? Pues es una de las pruebas más claras de que el planeta no es redondo. Y hay muchas más.
Excúsate si es necesario, ve al baño si no vas a aguantar la risa, pero mantén la calma. Terraplanista, el tío es terraplanista. Si ya lo decía yo, que no podía ser perfecto. Deja que hable. Así, muy bien, asiente de vez en cuando, sonríe. Mantén la función fática. Terraplanista. Qué cojones. Pero este no se me escapa, a la mierda las mariposas. Que siga hablando, da igual. Necesito un vodka, eso sí. O dos. Y dale con la matraca. Descartado por completo. Lleva ya media hora. Pero este no se me escapa vivo, aunque sea por cobrarme haber aguantado la mierda del terraplanismo.
—Ostras, pues sí que tienes argumentos, me estás haciendo dudar un poco. Oye, pero una cosa tengo clara, se ha hecho muy tarde y…
—Vaya, lo sabía, te he aburrido con el tema. Lo siento de veras.
—No, para nada. Mira, aunque seguro que vamos a quedar más veces, voy a ser directa. Me pide el cuerpo que te vengas a mi casa. Está aquí al lado, ¿te apetece?
—Claro, sería imbécil si te dijera que no.
Descuida, que imbécil eres un rato. Anda, te dejo pagar la cuenta para que te sientas todo un machote. Toma ya esos morrazos que tienes, ya tardabas en comerme la boca. Vámonos, alma de cántaro, si al final mis amigas tenían razón. Un polvo o dos en tarifa plana, mira que soy graciosa, y ya puedes irte solito hasta el fin del mundo, cuidado no te caigas al llegar.
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