miércoles, 10 de febrero de 2016
Arroz pasado
―Pon la Tres, anda.
―Espera, que quiero ver si gana el bote.
―Pero si el programa está grabado. Es como la otra vez, si gana el bote lo anuncian hasta en el telediario, para que la gente lo vea y suba la audiencia.
―Me da igual, a ver si me sé las preguntas.
―Pues preséntate, al menos te serviría de algo saberlas.
―Como si fuera tan fácil. Hacen una preselección y estoy seguro de que si ven que tienes demasiado nivel, no te cogen.
―Entonces, no deberías tener problema.
―Tú siempre tan graciosa.
―Va, pon la Tres, que quiero ver a la Infanta yendo a declarar.
―Mira, esa la sabía, hay que ser burro. Los poemas de Petrarca estaban dedicados a Laura.
―Y los tuyos a mí, cuando me querías.
―Lo dices como si ya no te quisiera.
―Lo digo como si no fueras la misma persona.
―Eso no es verdad, lo que pasa es que sabes que el trabajo me absorbe y…
―Claro, y a mí no, por eso he sacado tiempo para hacerte tu arroz favorito.
―Porque has querido, ya te he dicho si te apetecía ir al chino.
―Tú lo has dicho, porque he querido.
―No sé qué tiene que ver el arroz con los poemas. Mira, me da igual, tú ganas, las noticias.
―Nada tiene que ver con nada si uno no le pone ganas.
―Y ahora por qué apagas la tele. ¿La vamos a tener?
―Dime por qué has dejado de escribir poemas.
―¿Podemos acabar de comer en paz? El arroz está muy rico y se va a enfriar.
―Tarde. Dime por qué.
―Qué quieres que te diga, uno no escribe poesía como quien fríe un huevo. Tiene que surgir. No pasa como con los relatos, con la prosa piensa uno en un tema y se pone.
―Claro, los poemas no tienen tema, los cagan las musas sobre el papel, sin más.
―No estoy diciendo eso. Sólo que uno tiene que tener determinado estado de ánimo para escribirlos.
―Sabes que la estás fastidiando cada vez más a medida que hablas, ¿verdad?
―Entonces, mejor me callo.
―Tú mismo te delatas. Me estás diciendo que ya no me escribes poemas, porque ya no me quieres.
―Pero vamos a ver, ¿qué tienen que ver los poemas con el amor? Creo que a estas alturas no tengo que demostrarte que te quiero. Las palabras son eso, palabras. Están muy bien en un momento dado, pero lo que importa…
―Lo que importa es el tema, tener algo que decir. Y me da que te has quedado sin tema.
Él enciende la televisión de nuevo, con un gesto contrariado, dando por finalizada la conversación. Ella recoge los platos, medio llenos, y sale de la habitación en dirección a la cocina. En el cubo de basura, los restos del arroz cubren una bola de papel arrugada. En ella, con mala letra, como furtiva, unas líneas que no llegaron a ser poema por miedo a afrontar la realidad.
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