― Quiero ser yo mismo.
― Perdona, pero mi obligación como tu representante es
recordarte que la única circunstancia bajo la que se te permite ser tú mismo es
cuando te sientas en la taza del váter por las mañanas.
― Muy gracioso, pero me prometiste que si Adoquines lacerados llegaba a ser disco
de platino, podríamos reconsiderar dar un giro a mi carrera.
― Y lo vamos a dar, del disco de platino, al tabique de
platino. Mira, nos vamos a hacer de oro si me haces caso y seguimos en esta
línea. Estoy harto de tratar con cantantes con aspiraciones artísticas y nulo
olfato comercial. Para eso estoy yo y aunque reconozco que las baladas de amor
tienen su público, las canciones que compone Sebas para nosotros son
rompedoras.
―Sí, pero no pegan nada con lo que quiero expresar.
―Hipoteca amortizada. Trata de expresar eso. Hipoteca
amortizada.
―No puedo contigo… ¿y el tema del acento?
― ¿Qué problema hay con el acento?
― Pues que ya pasé por el cambio de nombre, es algo normal
en el gremio. Pero de nacionalidad…
― Me vas a decir que un burgalés tiene más garra que un
porteño. Si quieres, hacemos una rueda de prensa para comunicar que Matías
Sanguinetti pasa a llamarse José Antonio Pérez. Verás como más de una se sube
las bragas.
― Es que estoy harto
de impostar el acento, siempre me han caído mal los argentinos, me parecen malabaristas,
poco fiables.
― Pero eso es sólo porque se acostaban con tu mujer. Es
broma, es broma, no me pongas esa cara. Por cierto, hablando de tu mujer… ¿has
pensado en separarte de ella? Tengo a un par de modelos dispuestas a aparecer
en las revistas del corazón enrollándose contigo en la playa. A una de ellas la
encontraron el mes pasado dormida en su camerino con una jeringuilla colgando,
es perfecta.
― Nacho, te recuerdo que Ambrosia y yo llevamos felizmente
casados desde hace veinte años.
― Sí, casi desde vuestra primera paja. No veas tú la mala
imagen que da eso, puede valer para acabar convertido en muñeco de cera o en Ana
Belén y Víctor Manuel, pero el 80% de las personas que compran tus discos son
mujeres. El otro 20%, calzonazos que se lo compran a sus novias. Y no hay
ninguna de ellas, o incluso de ellos, que no deje de fantasear con que te la lleves
al catre y le arrees una buena tunda.
― Todo esto me lo dices porque eres un desgraciado que no
cree en el amor.
― Y tú eres la
reencarnación de Perales, pero Dios te dio el don de tener cara de hijo de
puta, aunque seas un blando. Y los hijos de puta capaces de enlazar dos rimas y
subirse a un escenario, triunfan. Hijos de puta que no tienen mujer, que se
acuestan con cualquiera y se ponen hasta las trancas. Hijos de puta con barba
de tres días y sábanas sucias, con cara de comer todos los días carne de perro,
hijos de puta de sombrero ladeado y sonrisa torcida. Mira, toma.
― ¿Y esto?
―No entres en pánico. Son unos polvos de talco aromatizados.
― ¿Quieres que me los ponga para oler mejor? Si me dijiste
que era bueno estar desaliñado y oler a sudor y tabaco.
―No, quiero que te pongas un poco por encima de la pechera y
aquí en el borde de la nariz. Aquí y aquí. Perfecto, y ahora a la rueda de prensa.
―Pero van a pensar que es…
¡Qué bueno, Fleishmann!
ResponderEliminarSiempre es un gustazo leerte.
Besos y eso.
¡Gracias!
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¡Gracias!
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