Esmarelda Villalobos, los ojos de la taxista requiriendo la muerte a lametones sobre la piel del boxeador. Me llevé esa imagen atrapada entre acordes de Depeche Mode, aquella noche de conciertos y desconciertos, o del sublime acierto de empezar a conocerte. Y luego la música, siempre la música como banda sonora de una película que no acaba de proyectarse, o de aquella otra que, tantas veces expuesta, arde cansada de girar sobre el mismo eje.
Tom Waits puede lamentar no alcanzar el terreno más alto con su voz trepanada sólo porque existe como alegre contraste alguien que es tan solo una chica que quiere ser adorada por unas rosas de piedra. Y no hay espinas sin fragilidad en esta tierra de confusión.
Sabedora de que no hay recuerdo sin melodía, la nostalgia es una anciana de sonrisa engañosa que sabe abrir las cancelas adecuadas. Gracias a la música, los corazones de barro volverán a gestar la primera palabra, sus primeras ensoñaciones, aquellos anhelos balbuceantes, bajo una melodía que aún es capaz de desnudar la piel cuarteada que los recubre.
Estresas de cojón, tú.
ResponderEliminarNo, perdona, sólo estaba jugando con el título. Que continúe la melodía...
¡Jajajaja, qué bueno!
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